domingo, 1 de diciembre de 2013

FUNDACIÓN, DEPARTAMENTO DE JALAPA



 DECRETO DE FUNDACIÓN DEL DEPARTAMENTO DE JALAPA, 24 DE NOVIEMBRE  DE 1873
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DECRETO NUM. 107.

Considerando: que la estension del Departamento de Jutiapa es tan grande que dificulta la vijilancia de las autoridades en todos los puntos de su comprensión:

Que es necesario limitar ésta para que sea mas eficaz la acción administrativa; y que la importancia de las poblaciones situadas en la circunferencia de Jalapa demanda una atención preferente,

DECRETO.

Art. 1. ° — Se establece un nuevo Departamento que se denominara de Jalapa, cuya cabecera es la villa de este nombre.

Art. 2. ° — Compondrán este Departamento las poblaciones siguientes: Jalapa, Guastatoya, Sansare, Sanarate, Soledad, Alzatate, ingenio de Ayarce, Monjas, Chaparrón, Agua Blanca, Jilotepeque, Pínula, Santo Domingo, Achiote, Jutiapilla y Achiotes del Cerro de Jumay. En consecuencia los límites de estas poblaciones serán el lindero del Departamento que se establece.

Art. 3. ° — Se deroga el articulo 3°. del decreto número 30 de 10 de noviembre de 1871, que agregó al Departamento de Guatemala los pueblos de Sansare, Sanarate y Guastatoya.

Dado en Guatemala, á veinticuatro de noviembre de mil ochocientos setenta y tres.

J. Rufino Barrios.

El Secretario de Estado en los despachos de Gobernación, Justicia y Negocios Eclesiásticos,

Marco A. Soto.

domingo, 17 de noviembre de 2013

Dto, ESCUDO DE ARMAS



DECRETO NÚMERO 33

ESCUDO DE ARMAS DE GUATEMALA
  
“Debiendo estar en armonía el escudo de armas de la República con los principios políticos de la Nación; en uso de las facultades de que hallo investido, 

DECRETO:

Artículo Único: Las armas de la República serán: un escudo con dos rifles y dos espadas de oro enlazadas con ramas de laurel, en campo celeste claro. El centro estará cubierto con un pergamino, que contendrá la siguiente leyenda en letras de oro: Libertad, 15 de septiembre de 1821; figurando en la parte superior un quetzal, como símbolo de la independencia y autonomía de la Nación.
 
Dado en Guatemala, á diez y ocho de noviembre de mil ochocientos setenta y uno. 

Miguel García Granados.

El ministro del Interior, Francisco Alburez”.

sábado, 2 de noviembre de 2013

MEMORIAL DE LOS 311

MEMORIAL DE LOS  311
 (1944)


Señor Presidente de la República:
Los suscritos ciudadanos guatemaltecos, en ejercicio del derecho garantizado por el artículo 22 de la Constitución de la República, nos dirigimos a usted con las protestas de nuestro mayor respeto y exponemos:

      El día de hoy promulgó su gobierno el Decreto No 3114 que restringe las garantías constitucionales. La parte considerativa de esta disposición consiga “que elementos disociadores de tendencias nazi-fascistas perturban gravemente la paz de la República, procurando obstaculizar al gobierno el mantenimiento del orden”.

Es por todos conocida la génesis de ese Decreto, y la propia Secretaría Presidencial, en un boletín dado a publicidad en la prensa, la funda en la acción de problemas de orden interno de la Universidad.

     La opinión pública espontáneamente se ha solidarizado con las aspiraciones de los estudiantes en esta hora trágica en que la flor de la juventud de los países libres ofrendan sus vidas en defensa de los altos ideales de la humanidad y de la democracia, a cuya causa está afiliada nuestra patria.

     Es por ello doloroso ver que el Primer Magistrado de la Nación, sin duda basado en informaciones inexactas, tendenciosas e interesadas, haya lanzado a la juventud el grave cargo de nazi-fascismo. La juventud, señor Presidente, jamás vibra al impulso de mezquinas tendencias y por el contrajo, interpreta y encarna los ideales más limpios y las más nobles aspiraciones. La de Guatemala no es en este caso una excepción.

     Convencidos de la pureza de los ideales de la juventud universitaria guatemalteca, nos sentimos obligados, como ciudadanos conscientes a solidarizarnos plenamente con sus legítimas aspiraciones. Es así como movidos tan solo por nuestro fervoroso patriotismo venimos a rogar la ilustrada atención de usted acerca de laos apremios de la hora actual y del imperativo del deber, sentido por todos, del que el gobierno se encauce hacia metas prometedoras que aseguren el derecho y satisfagan las legítimas aspiraciones de la familia guatemalteca. 

      El Decreto de suspensión de garantías ha venido a crear una situación de intranquilidad y zozobra que agudiza la angustia de la hora en que vive la humanidad, en vez de asegurar la paz y el orden que pareció inspirarlo. La restricción de garantías crea una situación de hecho, en la cual el pueblo carece de medios legales para manifestar sus justos anhelos y es susceptible de provocar consecuencias funestas que, como guatemaltecos conscientes, seríamos los primeros en deplorar. Ante un régimen de derecho, la ciudadanía actúa dentro de la legalidad. Una situación de hecho engendra tarde o temprano, una reacción de violencia. Con toda hidalguía reconocemos que la actual administración presidida por usted, ha hecho, en lo material, obra constructiva. Empero, su labor, como todo lo humano, no ha llegado a satisfacer muchas aspiraciones populares por falte de medios de libre expresión. Alrededor de los gobernantes actúan y medran fuerzas burocráticas e intereses creados que se fortalecen con el transcurso de los años, y que llevan al mandatario visiones falseadas de la realidad ambiente. Por esta razón debe desconfiarse siempre de las “adhesiones” que, nacidas del temor o del interés, llegan hasta el gobernante a través del mecanismo oficial, las cuales jamás presentan el auténtico “sentimiento popular”. Seguramente corresponderá a usted, aquilatar muy pronto el valor de tales “adhesiones” a diferencia de la genuina sinceridad que nos anima.

      Guatemala no puede substraerse a los imperativos democráticos de la época. Es imposible frustrar con medidas coercitivas los incontenibles impulsos de la generosa ideología que está reafirmándose en la conciencia universal a través de la más sangrienta de las luchas libradas entre la opresión y la libertad.

Estamos seguros, Señor Presidente, que su espíritu comprensivo acogerá la presente gestión con el mismo interés patriótico que nos mueve a dirigírsela, confiados en el, pedimos lo siguiente:

     1°. El restablecimiento de las garantías suspendidas, para que el pueblo pueda gozar, sin demora, de la plenitud de sus derechos constitucionales; y
      2°. Dictar las disposiciones pertinentes a fin de que tales garantías tengan plena efectividad.

Guatemala, 22 de junio de 1944.
Firmas de 311 ciudadanos guatemaltecos.
 

PETICIÓN DE RENUNCIA A UBICO

PETICIÓN DE RENUNCIA AL PRESIDENTE JORGE UBICO CASTAÑEDA


Señor Presidente de la República:

El día sábado 24 de junio, a las dieciséis horas, se presentó a Ud. un memorial suscrito por más de trescientas personas, pidiéndole: a) El restablecimiento, sin demora, de las garantías constitucionales; y b) La plena efectividad de tales garantías. Hicieron la entrega de ese memorial, en nombre de los firmantes, los licenciados Federico Carbonell y Jorge A. Serrano, quienes, al día siguiente en la mañana, fueron llamados al Palacio Nacional con el objeto de que reunieran a un grupo de personas firmantes de la solicitud, a fin de discutir la forma más conveniente y patriótica de conjurar la gravísima situación creada en el país. Atendiendo esa insinuación y guiados únicamente por móviles del más puro interés patriótico, celebramos una Junta con los secretarios Salazar, Anzueto, Sáenz de Tejada, González Campo, y Rivas, y como única gestión posible por nuestra parte, ofrecimos acercarnos a los diversos sectores representados en las manifestaciones populares, con el objeto de conocer en forma precisa todas y cada una de sus aspiraciones y transmitirlas al Gobierno de la República. Con ese exclusivo propósito solicitamos que se nos otorgaran por escrito las garantías necesarias: seguridad personal, libertad de prensa, de asociación y de libre expresión de palabra. Ninguna de ellas nos fue concedida y el acta, que principiaba a redactarse, quedó inconclusa ante la imposibilidad de conciliar dos criterios totalmente opuestos: el nuestro, que consideraba indispensable para solucionar la aguda crisis del país, la obtención de los medios indicados; y el del Gobierno, que apelaba a mantener inalterable la situación de fuerza creada por la suspensión de garantías y que se negaba a otorgarnos en lo personal las seguridades por escrito que tan de buena fe le solicitábamos.

     En vista de tales circunstancias dimos por concluida nuestra misión.

     En la tarde del propio día de ayer, el Honorable Cuerpo Diplomático acreditado en el país se sirvió convocarnos al edificio de la embajada Norteamericana par comunicarnos que el gobierno de la República del había solicitado abocarse con nosotros y conocer si estábamos en disposición de reanudar las conversaciones suspendidas esa mañana. Ante la situación, cada vez más tirante, y a pesar de que ya eran conocidos de todos los incalificables atropellos del mediodía, aceptamos la iniciativa del Gobierno y acudimos nuevamente a Palacio. Encontramos la misma actitud de intransigencia de parte de la Delegación del Gobierno, formada por algunos Secretarios de Estado y de la Presidencia. Fueron inútiles todos nuestros razonamientos y esfuerzos por lograr del Gobierno las facilidades que pudieran acercarnos al éxito de la misión que se quería confiarnos y que, por aquellos deplorables sucesos, aparecía cada vez más remoto. Llegados a este punto, solicitamos entrevistarnos directamente con Ud. esperando encontrar mayor armonía con nuestro criterio.

     Usted, señor Presidente, recordará todas nuestras observaciones: la insistencia sincera y razonada con que le hicimos ver el origen popular y espontáneo del movimiento reivindicador que conmueve al país, provocado por los largos años en que el pueblo se ha visto privado del ejercicio de sus derechos; la necesidad ingente de restablecer las garantías ciudadanas; el distanciamiento real en que se ha mantenido Ud. del pueblo, debido a la falta absoluta de medios de libre expresión; de haberse creado hacia Usted, en el país, por su actuación y la de sus colaboradores, más que un sentimiento de respeto, uno de temor individual e inseguridad social; la inconveniente centralización de las funciones públicas; el desequilibrio que significa la existencia de un Gobierno rico frente a un Pueblo pobre; la justificada impaciencia del pueblo de Guatemala ante la inmutabilidad de su Gobierno por el largo espacio de catorce años; sus sistema de gobierno en pugna con las realidades del presente; la resistencia de su Administración a realizar las necesarias reformas sociales; los abusos de autoridad reiteradamente cometidos durante su administración; los perturbadores intereses creados entre sus servidores que han contribuido a falsearle la realidad ambiente; y, en fin, señor Presidente, todas aquellas circunstancias que han llevado al país a la presente situación unánime protesta pública.

      En un principio, nuestras esperanzas se vieron alentadas por la actitud receptiva de Usted ante la franqueza de nuestras expresiones, ante la sinceridad de nuestros propósitos y ante el común interés patriótico que en Usted suponíamos. Nos manifestó Usted que la única forma de gobernar al país es la que Usted ha puesto en práctica; que no restituiría las garantías constitucionales; que la libertad de imprenta suponía la inseguridad del gobierno; que la organización de partidos políticos de oposición era incompatible con el orden público y que no los permitiría mientras estuviera en el poder; que el actual movimiento de opinión tiene su origen en corrientes ideológicas que vienen de fuera. Ante nuestra más profunda sorpresa afirmó Usted que por su prestigio y experiencia gubernativa su alejamiento del poder significaría el caos para Guatemala, dándonos la impresión de conceptuarse insustituible al frente de los destinos del país.

      Le reiteramos la solicitud ya hecha al Gabinete, de todos los medios necesarios para ponernos en contacto con la opinión pública y traerle una clara expresión de los deseos ciudadanos. Accedió Usted únicamente a que, sin hacer reunión de clase alguna, nos pusiéramos en contacto en forma individual con personas de los distintos sectores y le transmitiésemos las verdaderas aspiraciones del pueblo guatemalteco.

     Para el debido cumplimiento de nuestra gestión patriótica, y con la única garantía que nos fue concedida por Usted, salimos del Palacio a cumplir la misión que voluntariamente nos habíamos impuesto.

     ¡Cuál sería nuestra sorpresa al darnos cuenta de que mientras parlamentábamos en Palacio, y el Honorable Cuerpo Diplomático estaba dedicado a las nobles funciones de Mediador, la policía y la tropa acribillaban a balazos a hombres, mujeres y niños que pacíficamente desfilaban por las calles, entre cuyas damas se contaba doña Julieta Castro de Rölz Bennett, esposa de uno de nosotros!

      La indignación general por tan reprobables hechos era profunda e incontenible. La sangre de las víctimas robustecía las ansias de libertad. Considerábamos que la crueldad de la fuerza pública era insuperable obstáculo a nuestros propósitos, y así quedó confirmado al entrevistarnos con personas de los diferentes sectores sociales. 
     Con tan dolorosa convicción volvimos a presencia del Cuerpo Diplomático, y le expusimos el fracaso de nuestras gestiones, debido a los últimos acontecimientos, de los cuales ya estaba enterado ese Honorable Cuerpo, cuyos sentimientos humanitarios fueron de nuevo evidenciados.

       Esta mañana a las nueve horas fuimos llamados por el señor director General de Policía, quien, en cumplimiento de las instrucciones recibidas del señor Secretario de la Presidencia, nos notificó que la autorización que Usted nos había otorgado quedaba sin efecto y que tendríamos que atenernos a las consecuencias emanadas del Decreto de suspensión de garantías.

      La misión patriótica que habíamos aceptado quedaba definitivamente concluida por disposición del Gobierno.

     Como obligada consecuencia de los hechos narrados, consideramos que es nuestro deber ineludible, según lo acordamos con usted, llevar a su conocimiento la expresión inequívoca de los anhelos populares que hemos podido palpar y que son el verdadero origen de la situación angustiosa porque atraviesa Guatemala. Tales aspiraciones se concretan visiblemente, palmariamente, y de manera incontrovertible en la necesidad sentida por todos, como única solución patriótica y conveniente, la de que Usted renuncie en forma legal a la Presidencia de la República.

     Protestamos al señor Presidente, en nuestra más alta calidad de ciudadanos, que lo que dejamos expuesto se ciñe por entero a la realidad de los hechos y del momento que vive nuestra Patria.

     Guatemala, 26 de Junio de 1944.

Firmas:
Ernesto Viteri B.,
José Rölz Bennett,
 Francisco Villagrán,
 Eugenio Silva Peña,
 Federico Carbonell,
 Federico Rölz Bennett.

viernes, 11 de octubre de 2013

PRESIDENTES, ABOGADOS

PRESIDENTES DE GUATEMALA, ABOGADOS



1-       Alejandro Díaz Cabeza de Vaca, 1824
           (Jefe Supremo del Estado de Guatemala)

2-        José  Mariano Gálvez, 1831-1838
            (Jefe Supremo del Estado de Guatemala)


3-        Mariano Rivera Paz, 1838-1839 y 1842-1844


4-        José Venancio López,   1842

5-        José Bernardo Escobar,  1848-1849


6-        Manuel Estrada Cabrera, 1898-1920


7-        Luis Arturo Gonzales López, 1957


8-        Julio Cesar Méndez Montenegro, 1966-1970


9-        Marco Vinicio Cerezo Arévalo,  1986-1991


10-     Ramiro de León Carpio,  1993-1996


11-     Alfonso Antonio Portillo Cabrera,   2000-2004


12-     Óscar José Rafael Berger Perdomo,  2004-2008


ACTA DE PATZICÍA

ACTA DE PATZICÍA


“En la villa de Patzicia, á tres de Junio de mil ochocientos setenta y uno, los Jefes y Oficiales del Ejército Libertador reunidos en Consejo, motu propio y

Considerando:

 Que el gobierno oligárquico y tiránico de Presidente Cerna se ha hecho intolerable a la Nación por sus repetidos actos arbitrarios y de crueldad y por la violación diaria a  las leyes fundamentales de la Republica y en especial  de las garantías individuales.

 Que el Presidente Cerna es también usurpador, por cuanto se ha arrogado facultades que la ley de ninguna manera le concede atacando la representación nacional y persiguiendo a sus miembros.

  Que ha arruinado la Hacienda pública y comprometido en lo futuro la independencia del país, contrayendo un empréstito extranjero bajo bases ruinosas y sin facultades para ello, y

4° Que en tales casos los ciudadanos tienen no solamente el derecho sino también de resistir la tiranía. Considerando además, que desde el mes de Abril hemos empuñado las armas con el loable objeto de libertar a la Nación de la tiranía que la oprime; todo bien considerado, hemos convenido en lo siguiente:

Art. 1°  Desconocemos el gobierno del tirano y usurpador D. Vicente Cerna

Art. 2°  Nombramos Presidente Provisorio de la Republica al General Sr. D. Miguel García Granados, ampliamente facultado para organizar el país bajo las bases que el   mismo  general ha proclamado en su manifiesto de ocho de Mayo próximo pasado.

Art. 3°  Queda igualmente facultado para, cuando las circunstancias lo permitan, reunir una Asamblea Constituyente que decrete la Carta Fundamental que debe regir definitivamente a la Nación.

Art.4° Todos los Jefes y Oficiales nos comprometemos bajo juramento a no dejar la armas de la mano hasta no haber llevado á debido efecto todos los puntos       contenidos en esta acta.

Firman 66 jefes y oficiales, encabezados por el General de Brigada, Rufino Barrios.
F. Andreu, Srio”


*Se mantiene la ortografía tradicional

RENUNCIA DE J. ARBENZ

TEXTO DE LA RENUNCIA DEL PRESIDENTE JACOB ARBENZ GUZMAN
27 de junio de 1954


TRABAJADORES, CAMPESINOS, PATRIOTAS, AMIGOS MÍOS; PUEBLO DE GUATEMALA:

     Guatemala está pasando por una prueba muy dura.

      Desde hace quince días se ha desatado una guerra cruel contra Guatemala, de la cual aparentemente no hay ningún gobierno responsable. Esto no quiere decir que no sepamos quién ha desatado la agresión contra nuestra querida patria.

      La United Fruit Company, los monopolios norteamericanos, en connivencia con los círculos gobernantes de Norteamérica, son los responsables de 10 que nos está ocurriendo.

      Aviadores norteamericanos y mercenarios de distintas nacionalidades, reclutados por exiliados guatemaltecos en el extranjero, han desencadenado el fuego y la muerte, sin respetar nada, ni vidas inocentes, ni bienes de otros países.

      Todos sabemos cómo han bombardeado y ametrallado ciudades, inmolado mujeres, niños, ancianos y elementos civiles indefensos. Todos conocemos la saña con que han asesinado a los representantes de los trabajadores y de los campesinos en las poblaciones que han ocupado, especialmente en Bananera, donde hicieron una expedición punitiva contra los representantes de los trabajadores. Lo de Bananera fue un acto de venganza de la Frutera.

      Nos hemos indignado ante los ataques cobardes de los aviadores mercenarios norteamericanos que sabiendo que Guatemala no cuenta con una fuerza aérea adecuada para rechazarlos, han tratado de sembrar el pánico en todo el país, han ametrallado y bombardeado a las fuerzas armadas que combaten en el oriente de la República, impidiendo sus operaciones, y hoy mismo han bombardeado y hundido un barco mercante inglés que cargaba algodón en el Puerto de San José.

      ¿En nombre de qué hacen estas barbaridades? ¿Cuál es su bandera? Todos la conocemos tan bien. Han tomado de pretexto al comunismo. La verdad es muy otra. La verdad hay que buscarla en los intereses financieros de la Compañía Frutera y en los de los otros monopolios norteamericanos que han invertido grandes capitales en América Latina temiendo que el ejemplo de Guatemala se propague a los hermanos países latinoamericanos.

     El tiempo se encargará de demostrar que lo que ahora digo es verdad. Sin embargo, ellos se aferran a sostener que el comunismo internacional es el causante de lo que ocurre en Guatemala, y en nombre de ello es que tratan de ensangrentar aún más al país y de destruir nuestra economía.

      Como mi Gobierno ha sido acusado de ser de naturaleza comunista, sin que hayamos podido desvanecer que no lo es, aun cuando hemos empleado todos los medios para convencer a los elementos reaccionarios del mundo de que lo sostenido por los círculos gobernantes norteamericanos es una patraña, y como esos círculos harán más despiadada la agresión contra Guatemala, he tomado una dolorosa y cruel determinación: después de meditarlo con una clara conciencia revolucionaria, he tomado una decisión de gran trascendencia para nuestra patria, en la esperanza de detener la agresión y devolverle la paz a Guatemala. He determinado abandonar el poder y poner el mando del Ejecutivo de la nación en manos de mi amigo el coronel Carlos Enrique Díaz, Jefe de las Fuerzas Armadas de la República.

      Yo he depositado mi confianza en el coronel Díaz, porque estoy seguro que él sabrá garantizar la democracia en Guatemala y de que todas las conquistas sociales de nuestro pueblo serán mantenidas. Es por ello que creo que las organizaciones políticas democráticas y todas las organizaciones populares deben prestarle su respaldo y apoyo. Así os lo pido en mi último acto como gobernante de Guatemala.

     Yo fui electo popular y mayoritariamente por el pueblo de Guatemala, pero he tenido que luchar en condiciones difíciles. La verdad es que la soberanía de un pueblo no se mantiene si no tiene los elementos materiales para defenderla.

      Luchamos hasta donde las condiciones lo permitieron, hasta un punto en que ir más allá se perdería todo lo que hemos ganado desde 1944.

      Al tomar esta actitud no pienso más que en el pueblo, y por ello he creído de mi deber contribuir hasta el último instante a salvar mucho de lo que conquistamos en los pasados años revolucionarios.

     La situación militar del país no es difícil ni mucho menos. El enemigo que comanda las bandas mercenarias extranjeras reclutadas por Castillo Armas, no sólo es débil sino que es incapaz y cobarde. Lo hemos comprobado en los pocos combates que libramos. El enemigo logró avanzar y tomar el departamento de Chiquimula exclusivamente por los ataques de la aviación mercenaria. Estimo que nuestras fuerzas armadas no encontrarán mayor dificultad en derrotarlo y arrojarlo del país.

     Me hice cargo de la presidencia de la República con gran fe en el régimen democrático, en la libertad y en que es posible conquistar la independencia económica de Guatemala. Mi programa se limitaba a obtener esos objetivos. Sigo creyendo que ese programa es justo. No se ha quebrantado mi fe en las libertades democráticas, en la independencia de Guatemala, y en todo lo bueno que impulsa a la humanidad hacia el futuro.

      Algún día serán vencidas las fuerzas oscurantistas que hoy oprimen al mundo atrasado y colonial. Seguiré siendo, a pesar de todo, un combatiente de la libertad y el progreso de mi patria.

     Os digo adiós, amigos míos, con amargo dolor, pero manteniendo firmes mis convicciones. Guardad lo que tanto ha costado. Diez años de lucha, de lágrimas, de sacrificios y de conquistas democráticas son muchos años como para contradecir a la historia.

     No me han acorralado los argumentos del enemigo, sino los medios materiales con que cuenta para la destrucción de Guatemala.

     Yo os hablé siempre de que lucharíamos costase lo que costase, pero ese costo desde luego no incluye la destrucción de nuestro país y la entrega de nuestras riquezas al extranjero. Y eso podría ocurrir si no eliminamos el pretexto que ha enarbolado nuestro poderoso enemigo.

     Un gobierno distinto al mío, pero inspirado siempre en la Revolución de Octubre, es preferible a veinte años de tiranía fascista sangrienta bajo el poder de las bandas que ha traído Castillo Armas al país.

     No me resta sino agradecer profundamente la colaboración que me han prestado tantos buenos servidores de la nación. Los ministros de estado y los funcionarios y empleados públicos, en particular los servicios de la Guardia Civil y del Ejército.

     Desde el fondo de mi corazón agradezco el respaldo y el apoyo del Partido Acción Revolucionaria, del Partido de la Revolución Guatemalteca, del Partido Renovación Nacional, del Partido Guatemalteco del Trabajo, y de las organizaciones populares que, como la Confederación General de Trabajadores y la Confederación Nacional Campesina, han defendido con tanta decisión los anhelos del pueblo de Guatemala.

     Quizá piensen muchos que estoy cometiendo un error. En lo profundo de mi conciencia no lo creo así. Solamente un juicio histórico posterior sabrá determinarlo.

     Deseo que se mantengan las conquistas populares de octubre, que se restablezca la paz una vez hayan sido expulsados del país los invasores y que tenga éxito la gestión del gobierno que organiza el coronel Carlos Enrique Díaz.

     Con la satisfacción de quien cree que ha cumplido con su deber, con fe en el porvenir, yo digo: ¡Viva la Revolución de Octubre! ¡Viva Guatemala!